El inicio de la historia
Como ya hemos dicho antes, comenzar por el conflicto es importante para conseguir captar la atención del lector desde el principio de la historia y que continúe leyendo.
Procura evitar los comienzos estáticos. Si muestras un personaje en crisis con su entorno, la escena se vuelve dinámica. El personaje tiene problemas y si consigues que el lector se interese por él, querrá saber cómo va a solucionarlos. Si la narración empieza con el protagonista sentado reflexionando sobre su infelicidad, no hay movimiento, ni dramatismo, ni ha sucedido nada; si el lector lo encuentra aburrido o no empatiza con él, le importará muy poco su infelicidad.
Así mismo para empezar es preferible mostrar y definir a un solo protagonista en un conflicto y luego sumar personajes secundarios. Si de entrada incorporas a demasiados personajes, el lector tendrá dificultades para asimilarlos y corres el riesgo de que tenga que volver atrás para recordar la información que ya le habías proporcionado.
En la fase inicial debes situar el tipo de proyecto narrativo y la caracterización de los personajes, su deseo o motivación y el conflicto principal. Es importante que el lector conozca pronto cuales son los objetivos de los personajes, para que no se pierda y tenga claro qué pretende el protagonista.
Conviene colocar al personaje principal y su entorno en las primeras líneas para que de entrada el lector se familiarice con él y sepa situarse en la trama. Los primeros párrafos deben incluir el carácter de la historia, el tono emocional y situar al lector: algo le pasa a alguien. Además hay que ir mostrando el marco en el que va a desarrollarse la historia, en el que el protagonista posteriormente va a moverse.
Formas de comenzar:
- A partir de las preguntas que se formula el protagonista en relación a un hecho que le sucede.
- A partir de una anécdota.
- A partir de un testimonio.
- A partir de una carta.
- A partir de un diálogo.
- A partir de una biografía.
- A partir de un hecho histórico.
La intensidad y la tensión narrativa
La intensidad narrativa será un factor esencial para mantener el interés del lector en el texto. Es importante no confundir la intensidad con la exaltación o con el énfasis. Cuando la novela se recibe como una experiencia auténtica es porque el autor ha sabido tejer la trama, lo que implicará saber dosificar la información, contemplar falsas pistas anteriores a las verdaderas y conseguir ambigüedad dentro del esquema diseñado.
Las complicaciones a las que deben enfrentarse los personajes son recursos que intensifican la trama, pero hay que tener cuidado de que no se reduzcan a meros problemas aislados en lugar de funcionar como mecanismos de enlace hacia la resolución.
Las incertidumbres que creemos nos ayudaran a crear intensidad. Pero cuidado, no es lo mismo la incertidumbre que la desinformación. Confundir al lector no es nuestro objetivo.
La tensión y la intensidad se complementan. Puede trabajarse la tensión colocando el relato en ámbitos que afectan a los sentimientos del lector, o desarrollan ciertos hechos que provocan una vuelta de tuerca en la historia narrada.
Las acciones totalmente inesperadas y al mismo tiempo creíbles, son algunos de los elementos que harán que la historia funcione.
El clímax es el momento de máxima intensidad de la narración. Puede concluir ahí o seguir avanzando hacia un anticlímax que serían los acontecimientos insignificantes que continúan innecesariamente la acción o la contrarrestan. El clímax es el punto de un drama en el cual la acción alcanza su culminación, la etapa más crítica de su desarrollo, después del cual relaja la tensión o se resuelve el nudo del drama.
Errores frecuentes
- Un planteamiento demasiado largo que no resulta sugerente.
- La introducción apresurada de un número excesivo de personajes en lugar de darlos a conocer poco a poco y precisar muy bien su función.
- Un desarrollo carente de tensión o confuso debido a la desorganización de la información.
- Un desenlace precipitado o demasiado explicativo.
- El ritmo desigual. A situaciones interesantes le siguen otras lineales que aparentemente no conducen a ningún sitio y causan indiferencia.
- Presentar los efectos desligados de las causas.
- Dar soluciones forzadas a los conflictos.
- Personajes estereotipados, poco caracterizados o sin motivación para actuar.
- Introducir descripciones poco narrativas que no potencian los hechos.
- Explicar demasiado las escenas.
- Desviar la trama con episodios que no aportan nada al eje principal.
- Perder el hilo conductor y acabar en una zona extraña al mundo que se había empezado a profundizar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario