jueves, 17 de febrero de 2011


El inicio de la historia

Como ya hemos dicho antes, comenzar por el conflicto es importante para conseguir captar la atención del lector desde el principio de la historia y que continúe leyendo.

Procura evitar los comienzos estáticos. Si muestras un personaje en crisis con su entorno, la escena se vuelve dinámica. El personaje tiene problemas y si consigues que el lector se interese por él, querrá saber cómo va a solucionarlos. Si la narración empieza con el protagonista sentado reflexionando sobre su infelicidad, no hay movimiento, ni dramatismo, ni ha sucedido nada; si el lector lo encuentra aburrido o no empatiza con él, le importará muy poco su infelicidad.

Así mismo para empezar es preferible mostrar y definir a un solo protagonista en un conflicto y luego sumar personajes secundarios. Si de entrada incorporas a demasiados personajes, el lector tendrá dificultades para asimilarlos y corres el riesgo de que tenga que volver atrás para recordar la información que ya le habías proporcionado.

En la fase inicial debes situar el tipo de proyecto narrativo y la caracterización de los personajes, su deseo o motivación y el conflicto principal. Es importante que el lector conozca pronto cuales son los objetivos de los personajes, para que no se pierda y tenga claro qué pretende el protagonista.

Conviene colocar al personaje principal y su entorno en las primeras líneas para que de entrada el lector se familiarice con él y sepa situarse en la trama. Los primeros párrafos deben incluir el carácter de la historia, el tono emocional y situar al lector: algo le pasa a alguien. Además hay que ir mostrando el marco en el que va a desarrollarse la historia, en el que el protagonista posteriormente va a moverse.

Formas de comenzar:
  • A partir de las preguntas que se formula el protagonista en relación a un hecho que le sucede.
  • A partir de una anécdota.
  • A partir de un testimonio.
  • A partir de una carta.
  • A partir de un diálogo.
  • A partir de una biografía.
  • A partir de un hecho histórico.

La intensidad y la tensión narrativa

La intensidad narrativa será un factor esencial para mantener el interés del lector en el texto. Es importante no confundir la intensidad con la exaltación o con el énfasis. Cuando la novela se recibe como una experiencia auténtica es porque el autor ha sabido tejer la trama, lo que implicará saber dosificar la información, contemplar falsas pistas anteriores a las verdaderas y conseguir ambigüedad dentro del esquema diseñado.

Las complicaciones a las que deben enfrentarse los personajes son recursos que intensifican la trama, pero hay que tener cuidado de que no se reduzcan a meros problemas aislados en lugar de funcionar como mecanismos de enlace hacia la resolución.

Las incertidumbres que creemos nos ayudaran a crear intensidad. Pero cuidado, no es lo mismo la incertidumbre que la desinformación. Confundir al lector no es  nuestro objetivo.

La tensión y la intensidad se complementan. Puede trabajarse la tensión colocando el relato en ámbitos que afectan a los sentimientos del lector, o desarrollan ciertos hechos que provocan una vuelta de tuerca en la historia narrada.

Las acciones totalmente inesperadas y al mismo tiempo creíbles, son algunos de los elementos que harán que la historia funcione.

El clímax es el momento de máxima intensidad de la narración. Puede concluir ahí o seguir avanzando hacia un anticlímax que serían los acontecimientos insignificantes que continúan innecesariamente la acción o la contrarrestan. El clímax es el punto de un drama en el cual la acción alcanza su culminación, la etapa más crítica de su desarrollo, después del cual relaja la tensión o se resuelve el nudo del drama.

Errores frecuentes

  • Un planteamiento demasiado largo que no resulta sugerente.
  • La introducción apresurada de un número excesivo de personajes en lugar de darlos a conocer poco a poco y precisar muy bien su función.
  • Un desarrollo carente de tensión o confuso debido a la desorganización de la información.
  • Un desenlace precipitado o demasiado explicativo.
  • El ritmo desigual. A situaciones interesantes le siguen otras lineales que aparentemente no conducen a ningún sitio y causan indiferencia.
  • Presentar los efectos desligados de las causas.
  • Dar soluciones forzadas a los conflictos.
  • Personajes estereotipados, poco caracterizados o sin motivación para actuar.
  • Introducir descripciones poco narrativas que no potencian los hechos.
  • Explicar demasiado las escenas.
  • Desviar la trama con episodios que no aportan nada al eje principal.
  • Perder el hilo conductor y acabar en una zona extraña al mundo que se había empezado a profundizar.

jueves, 3 de febrero de 2011

Conceptos estructurales básicos



  • Tema: asunto, materia, cosa de la que se trata en una conversación, conferencia o escrito.
  • Argumento: parte narrable de una obra literaria, película, etc. Resumen en que se expone el contenido y distribución de una obra literaria, puesto a veces al principio de ella. También es el conjunto de acciones que realizan los personajes.
  • Trama: de los dos conjuntos de hilos paralelos que constituyen un tejido, el de los que van en el sentido del ancho de la tela. La trama cuenta como se articulan los hechos descritos en el argumento e impone la estructura.

Las obras literarias se componen básicamente de dos tipos de estructuras: una superficial y una profunda.

Estructura superficial: es la sucesión de acontecimientos ligados por un vínculo de causa-efecto que se dan dentro de un espacio y de un tiempo. Dan lugar a la construcción de esta estructura los elementos narrativos como el eje, los saltos cualitativos, los resortes dramáticos, etc.

Estructura profunda: es aquello que la obra transmite a quien la lee. Puede ser un mensaje, una emoción, un sentimiento, etc. Todo aquello intangible que no se dice expresamente en el texto pero que el autor quiere comunicar.

1. Elementos básicos

Según la clasificación realizada por Roland Barthes existen los siguientes elementos:

  • Núcleos: son puntos imprescindibles de la historia que estamos contando, en los que se proporciona una información básica y necesaria para su desarrollo. Aquellos que muestran transformaciones importantes. Ej. No es un núcleo que María se tumbe a dormir en una cama con sábanas blancas pero sí lo es que cuando salga de casa su madre venga corriendo y le diga que su querido padre acaba de morir, que están arruinadas y como consecuencia van a perder la casa.
  • Catálisis: acontecimientos que conectan dos núcleos. Ej. María se levanta de la siesta, se lava los dientes, se coloca un vestido, se mira en el espejo cuando coge el ascensor y todo lo que hace hasta que se encuentra con su madre que viene corriendo por la calle.
  • Informantes: son enunciados que nos proporcionan datos accesorios de la acción. Ej. El vestido era beige, el ascensor lo acababan de pagar con la última derrama y era metálico, etc.
  • Indicios: son momentos que abren una expectativa diferente y que confluyen en el desenlace. Tienen un significado implícito y deben ser descodificados por el lector, señalando actitudes de los personajes, indicando la atmósfera y podrán lugar a la sospecha, la ironía o el suspense. Ej. María acababa de cortar con su novio rico unos días antes y todavía no se lo había contado a sus padres.

Así, una serie de núcleos de acción constituirán el eje de la novela y entre núcleo y núcleo, encontraremos catálisis. Los núcleos serán aquellas acciones fundamentales que harán avanzar la trama y la sucesión de núcleos darán lugar al argumento.

Estas categorías marcan la organización y la estructura de un relato, y todas ellas cumplen su función. Es frecuente, encontrar en los escritos de autores primerizos una buena cantidad de informantes, alguna catálisis y ningún núcleo… El problema está en que sin núcleos la información no está organizada ni tampoco la historia. Debéis pensar que en realidad, la historia reducida al máximo estaría compuesta sólo por núcleos, que son finitos e indispensables.

En los cuentos puede haber menos, pero en las novelas tiene que haber dos grandes núcleos (puntos de giro) y unos cuantos subnúcleos (uno en cada capítulo). De algún modo, lo que introduce tensión en cada capítulo tiene que ver con que haya un subnúcleo, o sea, un cambio dentro de la historia.

Funciones de los subnúcleos:

  • Dirigen las catálisis. Así el lector tiene la impresión de avanzar hacia algo importante.
  • Nos ayudan a saber cuántos informantes debemos eliminar, dado que éstos tienden a multiplicarse y hemos de vigilar de no extendernos en cuestiones innecesarias.
  • Tejer una red de indicios que apunta hacia ese subnúcleo, aunque también encontremos indicios que apuntan a uno de los dos núcleos principales.

Según Tzvetan Todorov: “Un relato ideal comienza por una situación estable que una fuerza perturba y así surge un estado de desequilibrio; por la acción de una fuerza dirigida en sentido inverso, el equilibrio se reestablece; el segundo equilibrio es parecido al primero, pero los dos nunca son idénticos. Hay dos tipos de episodios en un relato: los que describen un estado de equilibrio o desequilibrio y los que describen el paso de un estado al otro”.

2. El conflicto

El conflicto es el móvil principal que incita a la acción, el nudo que la desencadena, el motor de la trama. Puede ser de cualquier tipo: físico, étnico, religioso, político, etc. Y puede ser interno o externo de los personajes.

Es recomendable empezar a contar una historia en medio de un conflicto para atraer al lector, aunque también se puede plantear la cuestión e ir avanzando hacia él. Iniciarla con algún dilema o un momento de duda o de asombro del protagonista que señale el nudo dramático.

Parecería más lógico y común empezar una historia y contarla de modo lineal, pero ese no es el modo tradicional de contarla. En la literatura clásica, desde la Odisea hasta el siglo XVI lo más habitual era comenzar a contarla desde el medio. Así por ejemplo, la Odisea comienza con el desembarco de Ulises en las playas de Ítaca, ya concluido todo el viaje, para retroceder luego al momento de la partida diez años antes. O García Márquez en Cien años de soledad, empieza con la frase: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, para a partir de aquí retroceder en la historia para contar la fundación de Macondo.

En otras ocasiones la función de esta primera línea para enganchar al lector, se da en el título en vez de en las primeras páginas de la historia, como es el caso de Crónica de una muerte anunciada.

3. La pregunta implícita

Simplificando mucho lo que son las novelas, todo se reduce a un juego de preguntas y respuestas. Hay que crear en el lector las preguntas de forma que quiera seguir leyendo para encontrar en el texto las respuestas. Por ello toda trama debe contener una pregunta general y otras preguntas concretas. En la pregunta general es donde debe sostenerse el eje narrativo y es el hilo que conducirá al lector hasta el desenlace. Las preguntas particulares, que serán matices de la trama, se sugerirán al lector en los momentos principales de la acción.

En las primeras líneas debe dejarse abierta una interrogación. ¿Quién es el narrador cuyo padre le miente? ¿Cómo podrá encontrar el destino que desea encontrar? ¿Por qué está triste, enfadado, colérico? Hay que dejar las preguntas planteadas y retrasar las respuestas hasta más adelante, pero en este proceso habrá que ir abriendo nuevas incógnitas para que el interés del lector no decaiga.